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May 2, 2007

Editorial: Conocimiento En Linea

Fuente: http://www.conocimientoenlinea.com/content/view/39/37/


Editorial
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Enseñar a pensar

Los idiomas fundamentales de la educación incluyen: las matemáticas y el método científico, la capacidad de leer y escribir bien, y la habilidad para la búsqueda de información a través de los medios electrónicos, a los cuales debemos agregar la internacionalización del conocimiento, enseñan-do a nuestros estudiantes un idioma extranjero.

A pesar de que lo anterior es aceptado por educadores, el arte de pensar, que se refleja en el arte de saber contar y deducir, es parte del método científico, y sólo se logra con la enseñanza de las matemáticas, tema que no ha sido tratado adecuadamente en nuestro sistema educativo nacional.

Lo aquí descrito se ratifica con lo señalado en el estudio realizado por la OCDE y el Banco Mundial, que mostró que en México sólo el .4 por ciento de los estudiantes tienen altas capacidades matemáticas, comparado con el 30 a 35 por ciento de los países nórdicos y de algunos orientales.

Esta tragedia de la educación nacional lleva implícita la ausencia de pensamiento científico y de respeto al alto valor de la ciencia como generadora del conocimiento, que debe ser inculcada a los alumnos desde los primeros años de la educación básica.

En Nuevo León existen programas y esfuerzos de educación para la ciencia, y de ciencia en familia, y hay organismos nacionales e internacionales que han coligado sus actividades con nosotros para asesorarnos en esta materia. Sin embargo, la falta de recursos ha impedido que se generalice este procedimiento, indispensable en el mundo contemporáneo para permitir a nuestros estudiantes ingresar a la globalización y a la competitividad que caracteriza esta época.

En esta edición, y por sugerencia de múltiples investigadores educativos, se abren nuevos horizontes en el tema de educación para la ciencia y se insiste, con casuística y experiencias previas, en la necesidad de recordar que las matemáticas y la ciencia son hermanas del arte de pensar, pues si un alumno no sabe pensar y a esto se le agrega que no sabe leer bien, difícilmente podrá aprender. De ahí la preocupación de los actores participantes en este volumen.

Esta realidad compartida de la magra educación para la ciencia, se acentúa cuando observamos el poco interés del ámbito político en la investigación científica, pues México dedica sólo el .34 por ciento del PIB a la misma y eso limita mucho nuestro desarrollo y dificulta crear una cultura científica comunitaria y una adecuada educación para la ciencia.

Estos desaciertos son producto de que olvidamos que el único factor fundamental que transforma el medio ambiente es el de la ciencia; de allí nuestra responsabilidad.

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